I will survive.
“Peripecias y destrezas del cadete, para
guardar el buque”
Después de los días de visita, en ocasiones el jefe
u oficial de servicio, le ordenaba al sargento de la compañía de cadetes y
comandantes auxiliares de sección, que la compañía pasara al comedor de cadetes,
para que consumiera el buque, que le habían traído a los cadetes, su familia; sea
el jueves por la tarde-noche o, los domingos cuando aun recibían la visita ese día.
Y es que no era de sorprenderse, la cantidad de
visitas que algunos cadetes recibían, mismos que también, se encontraban con
problemas para poder consumir, toda la barbaridad de buque que los amigos y sus
familiares les llevaban.
Y como para ese tiempo, la realidad de las vivencias
de la escuela militar, pues eran herméticas. La mayoría de los cadetes
reclutas, no expresaba a sus amigos o familiares, como se pasaba o se sentía
ser recluta o de los cadetes menos antiguos de la misma.
Nadie que estuviera como caballero cadete, en la
escuela militar, andaba contando lo que pasaba en su recinto, salvo excepciones
de algunos que les fascinaba quedar como superhéroes.
Aunque era bien común escuchar a cualquiera, de
aquellos cadetes que se había ido de baja de la misma, por que no aguantaron
las exigencias lo habían echado porque no le gustaba como lo trataban o, por:
_darse duro con un
cabo,
_porque le cayo
mal al teniente,
_porque no tenia pisto,
para comprar lociones caras…
En fin, un sinnúmero de excusas que los que día a día,
como vos la pasaban bien socados con el tiempo y, cumplían con sus obligaciones físicas, administrativas y
académicas, en la madre escuela militar. Comprendían que eran una ensarta de
mentiras fabricada, para ocultar la verdad, con el animo de elevar su estima y
pasar de gallitos ante los cheros de la colonia o del colegio, que lo primero
que le dirían o preguntarían seria:
_no diste el ancho
vos… ¿Por qué te saliste de la escuela…?
En verdad, es que solo el que no ha sentido lo que
es ser cadete no puede hablar, pero muchos hablan sin tomar en cuenta la salud
mental de aquellos que se salen, por una infinidad de factores, pero esos, son
los que mejor se quedan callados o en silencio, sin dar detalles de su partida
o de dejar a medias su sueño de finalizar los años de internos en la escuela
militar.
Y es que, si haces memoria, en la escuela, cuando a
uno le caía mal un cabo, aprovechaba en los intramuros para desquitárselas o,
buscaba la forma de quedar en uno de esos deportes de contacto para aprovechar
en los entrenamientos.
Pero ningún cadete recluta buscaba hacerlo
directamente.
A vos si más se te pasa la mano, cuando el cabo de
cuarto año Renderos Caballero, estando de oficial de servicio te andaba
queriendo agarrar de pila.
Ya estabas harto, cansado de tanta pendejada de él, cuando, te le ibas abalanzar sobre
“motorcito”, para agarrarlo como bolsa de sparring, cuando tu compañero el
cadete Quiteño Guevara, te abrazo por la espalda, te calmo y te dijo:
_Celarié… cálmate…
no vale la pena. Pobrecito… hay déjalo.
Motorcito, ni cuenta se dio del incidente.
De lo contrario, todo cuarto año se hubiera unido en
contra de vos.
Y es que siendo ambos, del equipo de boxeo, pues sabían
como resolver esos asuntos.
O como el caso, del cadete a quienes llamábamos el
“malo”, que dormía arriba del catre del cabo de tercer año Menjívar Escobar, a
quien llamábamos el “nítrico’; en plena madrugada, mientras estaba dormido y
soñando. Se orino en su catre y, ese liquido amarillento traspaso su colchón de
espuma, de tal modo, que gota a gota, le estaba cayendo en la cara a su cabo.
El Nítrico por supuesto, bien dormido y en un
placentero sueño; claro que no sabíamos, en que estaba soñando. Pero cuando las
gotas le llegaron a la boca, salto inesperadamente con un tremendo grito.
El Malo paso unas semanas terrible, pero gracias a
Dios, la cólera se le fue rápido al Nítrico.
Pero por lo general, eran los cabos del cuarto año,
quienes generalmente arreglaban sus diferencias en los baños bajo los párales
de las duchas.
En ellos se reunían y, haciendo un circulo en el
centro, dirimían sus diferencias personales, de forma de mando, de agarre de
pila a los cadetes de su escuadra, por malas miradas a sus novias, en fin… De
todo asunto que necesitase de golpes para resolver cualquier conflicto o lío entre compañeros.
Uno de los más frecuentes visitadores y que le
gustaba dirimir sus asuntos por la vía de los puños, era el cabo chino Yang.
Yang Chein Ping en varias ocasiones, se lío a puñetazos
con el cabo Cárcamo Pardo, con quien a veces no le iba también, pues don
Bernardo, además de ser un gran basquetbolista, era un fiero guerrero pugilista.
Pero en una ocasión al fondo de la cuadra, cuando los
cabos de cuarto estaban viendo, tremenda soca entre el comandito Herrera Carranza
y el cabo Yang, que lo tenia como saco de boxeo o muñeco de trapo, algunos se
quisieron meter para apoyar a Herrera Carranza; pero Garrido Morales, que
estaba de encargado, no dejo que nadie lo hiciera. Algunos ya sabían, que el
comandito estaba destinado a recibir semejante pijiada.
En fin, todo aquel cadete recluta que se iba de la
escuela militar de baja, cuando las fuerzas le flaqueaban o la novia lo
presionaba y, optaba por retirarse de la misma o, cuando la mamá o el papá lo
forzaban a solicitar la baja; salía, dando ese tipo de excusas.
Lo triste e inexplicable, en algunas ocasiones era,
que la novia lo dejaba por que el cadete no tenia tiempo para ella, este de
maje se iba de baja. Y la novia sorprendida, cuando le veía afuera de la
escuela militar, lo cortaba diciéndole:
_es que mira… Voy
a cortar con vos… Es que ya no podemos andar…
_pero, yo si
quiero, por eso me salí de la escuela, para tener mas tiempo contigo. Le decía el ingenuo cadete que recién había pedido
su baja, con la consecuente perdida de sus derechos.
_es que la verdad…
Yo quiero andar de novio y, que mi novio sea cadete! De plano, que era increíble como se oían esas
historias en el claustro, pero que en verdad eran ciertas, cuando ellos mismos,
llegaban a visitar a sus compañeros de promoción y estos le preguntaban por su
novia.
Diferente era cuando, a cualquier cadete le pasaba
alguna desgracia y tenia que irse por baja medica.
En esa situación, el cadete tenia la oportunidad de
regresar al siguiente año, cuando estuviera recuperado o cuando quisiera y no
hubiera excedido en el limite de edad permitido.
Otros caso, eran cuando tenían que ser despachados y
no tenían derecho a reingreso en los años venideros, siendo reprobado en:
Uno: por servicio practico, cuando algún cadete no
daba el ancho en el adiestramiento físico militar o no había superado alguna
deficiencia física en el semestre.
Dos: por Espíritu militar, cuando algún cadete no
mostraba la aptitud para el servicio militar, le faltaba ese espíritu vital
para afrontar con éxito la vida militar.
Tres: por mala conducta, cuando algún cadete no
modificaba su comportamiento y reñía con las normas de la escuela militar y
dentro de la vida militar o, se pasaba de marquero.
Cuatro: por deficiencia
académica, cuando no lograba obtener la nota ni el promedio semestral mínimo
para poder permanecer en la escuela militar, era como se decía en el léxico
militar, topado.
Habían otras
formas de irse de baja, pero estas eran las comunes.
La vida cotidiana
en la madre escuela, era como normalmente se pasaba en un internado cualquiera.
Días buenos y otros demasiados buenos, todo dependía de la actitud como se
enfrentaban.
La diferencia que
siendo una institución de formación militar, se ceñía a reglas bien determinadas
y definidas; normas súper estrictas, procedimientos y protocolos de carácter
militar.
Formación de
origen franco prusiano, donde el fondo y la forma eran básicos e
indispensables, vitales para la formación del carácter y personalidad en todo
aquel que caballero cadete que tenia que pensar, que lucir el uniforme del
soldado nacional, era mas que un honor y orgullo, una responsabilidad para con
la patria, que lo vio nacer y para su honor… Como, ciudadano salvadoreño.
Pues como te
estaba recordando, ninguno de los cadetes a los que les traían canastadas de
buque, podía comérselos en una hora y media de visita.
A veces a tu
mente, venían ideas como que los cadetes reclutas, que eran hijos de jefes u
oficiales de alta en esa época, habían sido aleccionados, de cómo hacer para
guardar en su cómoda el buque que les llevaron.
Y es que en la
escuela militar, era terminantemente prohibido mantener en la cómoda, cualquier
tipo de alimentos fungibles. Pues el argumento era que se podía proliferar una
plaga de cucarachas o de ratas en la cuadra de cadetes.
Pero una vez le
escuchaste decir a un cabo mas antiguo:
_la larvada es permitida, toda vez… no te descubran
y se den cuenta!
Por cierto… El
pobre se fue de baja.
Pero los que le
escuchamos, nos dimos por enterado, que era una época de sobrevivencia.
Y hasta una canción
de Gloria Gaynor, se puso de moda, en tus tiempos de cadete recluta y, se
escuchaba con recurrencia en la cuadra de cadetes y a todo volumen.
También la
escuchaste, en alguna que otra fiesta a la que fuiste, y es que ese grito de
sobreviviré, el “I will survive”[1],
verdaderamente te motivaba y aun lo recuerdas con emoción.
Esa canción quiérase
o no, vino a dar sentido a muchos cadetes durante su condición de alumno de la
escuela militar, pues los reclutas sabían, que sobrevivir, era una prioridad
para lograr pasar el tiempo para llegar a ser oficial del Ejercito de El
Salvador, subteniente de la Fuerza Armada.
Por eso, había que
saber como esconder el buque en la cómoda, para tener que comer en las noches
de amargura.
Pero muchas veces,
se escuchaba algunos comandantes de escuadra, cadetes de cuarto año, que le decía
a su asistente (que era un recluta cadete):
_vea recluta, esto me lo guarda aquí… vio?
Y el cabo, metía
una su media libra de queso duro viejo, en los calcetas verdes rotas que tenia,
zampándolas, lo más adentro posible de las botas más viejas y deterioradas que
tenia en la cómoda, las cuales ocupaba para las marchas o los días de maniobras
militares. Que siempre debían estar limpias y lustradas
Por eso se paso la
bola.
Y, los cadetes
reclutas hacían peripecias para guardar el buque en su cómoda, algunos eran
bien diestros para hacerlo.
Los detrás de la
cómoda tenían su escondite, otros que levantaban la cómoda para aprovechar el
espacio del suelo a la base de la misma; los que tenían su buque, en el salón
de clases…
Cada cadete con su
propia ocurrencia, guardaban semitas, quesadillas, jugos de frutas, pan dulce,
galletas, café soluble instantáneo, pedazos de pizzas y, todo aquel alimento,
que no despidiera ningún tipo de olor o que pudiera arruinarse al estar escondido
en la misma.
Y si eran
asistentes de los comandantes de escuadra, pues aprovechándose de su condición,
hacían uso de la cómoda de su cabo, para disponer ante cualquier necesidad de
sus reservas de buque.
Otros cadetes que
habían sido claros con sus novias y, que ellas, estaban decididas atraparlos a lo
más salir de la escuela, les llevaban buque casi todos los días.
Ellas sabían a que
horas hacerlo, al igual que algunas madres de cadetes reclutas que estaban
pendientes de sus hijos, para que en las horas de descanso pudieran
disfrutarlos y en más de alguna ocasión, compartirlos..., por supuesto que… voluntariamente,
con sus cabos.
Los cadetes que
tenían más capacidad instalada, le daban su propina, a los ordenanzas del
comedor de la compañía, pudiendo degustar de los manjares que se podían
adquirir en las tiendas del “Chorizo”, comer tortillas a la hora del almuerzo o
en la cena, u obtener los famosos litros de Coca Cola, muy apreciados tanto por
los cadetes reclutas como por los cabos de cuarto año.
En fin esas
ocurrencias, que tenían los cadetes reclutas para guardar el buque, hacían que
la vida en la madre escuela militar, tuviera más sentido, más de alguna expectación…
Y no fuera
extremadamente rutinaria.
Más en esas
ocasiones especiales, cuando de repente del salón de clases, los cadetes eran
desfilados hacia la cuadra, cuando algún jefe de la escuela militar, sea el
jefe de estudios o el subdirector, en su agenda personal habían planificado,
una revista de dormitorio, catres y cómodas, para ese día.
Lo que se convertía
para algunos cadetes, los clases y oficiales de planta en una revista sorpresa
no planificada.
Pues, de lo
contrario cuando les decían, dejen las puertas de las cómodas abiertas; se intuía que habría revista.
Pero los cadetes disponían del tiempo suficiente para guardar el buque en otro
lugar, sano y salvo.
Y es que la vida
militar es dura y azarosa pero al final, aquel que la logra comprender tiene su
recompensa.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=Tth-8wA3PdY