LI PROMOCION EM "CGGB"

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"Nuestra Divisa es, VENCER O MORIR".

viernes, 22 de agosto de 2014

XXXII. I will survive.


I will survive.

                   “Peripecias y destrezas del cadete, para guardar el buque”

Después de los días de visita, en ocasiones el jefe u oficial de servicio, le ordenaba al sargento de la compañía de cadetes y comandantes auxiliares de sección, que la compañía pasara al comedor de cadetes, para que consumiera el buque, que le habían traído a los cadetes, su familia; sea el jueves por la tarde-noche o, los domingos cuando aun recibían la visita ese día.

Y es que no era de sorprenderse, la cantidad de visitas que algunos cadetes recibían, mismos que también, se encontraban con problemas para poder consumir, toda la barbaridad de buque que los amigos y sus familiares les llevaban.

Y como para ese tiempo, la realidad de las vivencias de la escuela militar, pues eran herméticas. La mayoría de los cadetes reclutas, no expresaba a sus amigos o familiares, como se pasaba o se sentía ser recluta o de los cadetes menos antiguos de la misma.

Nadie que estuviera como caballero cadete, en la escuela militar, andaba contando lo que pasaba en su recinto, salvo excepciones de algunos que les fascinaba quedar como superhéroes.

Aunque era bien común escuchar a cualquiera, de aquellos cadetes que se había ido de baja de la misma, por que no aguantaron las exigencias lo habían echado porque no le gustaba como lo trataban o, por:

_darse duro con un cabo,

_porque le cayo mal al teniente,

_porque no tenia pisto, para comprar lociones caras

En fin, un sinnúmero de excusas que los que día a día, como vos la pasaban bien socados con el tiempo y,  cumplían con sus obligaciones físicas, administrativas y académicas, en la madre escuela militar. Comprendían que eran una ensarta de mentiras fabricada, para ocultar la verdad, con el animo de elevar su estima y pasar de gallitos ante los cheros de la colonia o del colegio, que lo primero que le dirían o preguntarían seria:

_no diste el ancho vos… ¿Por qué te saliste de la escuela…?

En verdad, es que solo el que no ha sentido lo que es ser cadete no puede hablar, pero muchos hablan sin tomar en cuenta la salud mental de aquellos que se salen, por una infinidad de factores, pero esos, son los que mejor se quedan callados o en silencio, sin dar detalles de su partida o de dejar a medias su sueño de finalizar los años de internos en la escuela militar.   

Y es que, si haces memoria, en la escuela, cuando a uno le caía mal un cabo, aprovechaba en los intramuros para desquitárselas o, buscaba la forma de quedar en uno de esos deportes de contacto para aprovechar en los entrenamientos.

Pero ningún cadete recluta buscaba hacerlo directamente.

A vos si más se te pasa la mano, cuando el cabo de cuarto año Renderos Caballero, estando de oficial de servicio te andaba queriendo agarrar de pila.

Ya estabas harto, cansado de tanta pendejada de él,  cuando, te le ibas abalanzar sobre “motorcito”, para agarrarlo como bolsa de sparring, cuando tu compañero el cadete Quiteño Guevara, te abrazo por la espalda, te calmo y te dijo:

_Celarié… cálmate… no vale la pena. Pobrecito… hay déjalo.

Motorcito, ni cuenta se dio del incidente.

De lo contrario, todo cuarto año se hubiera unido en contra de vos.

Y es que siendo ambos, del equipo de boxeo, pues sabían como resolver esos asuntos.

O como el caso, del cadete a quienes llamábamos el “malo”, que dormía arriba del catre del cabo de tercer año Menjívar Escobar, a quien llamábamos el “nítrico’; en plena madrugada, mientras estaba dormido y soñando. Se orino en su catre y, ese liquido amarillento traspaso su colchón de espuma, de tal modo, que gota a gota, le estaba cayendo en la cara a su cabo.

El Nítrico por supuesto, bien dormido y en un placentero sueño; claro que no sabíamos, en que estaba soñando. Pero cuando las gotas le llegaron a la boca, salto inesperadamente con un tremendo grito.

El Malo paso unas semanas terrible, pero gracias a Dios, la cólera se le fue rápido al Nítrico.      

Pero por lo general, eran los cabos del cuarto año, quienes generalmente arreglaban sus diferencias en los baños bajo los párales de las duchas.

En ellos se reunían y, haciendo un circulo en el centro, dirimían sus diferencias personales, de forma de mando, de agarre de pila a los cadetes de su escuadra, por malas miradas a sus novias, en fin… De todo asunto que necesitase de golpes para resolver cualquier  conflicto o lío entre compañeros.

Uno de los más frecuentes visitadores y que le gustaba dirimir sus asuntos por la vía de los puños, era el cabo chino Yang.

Yang Chein Ping en varias ocasiones, se lío a puñetazos con el cabo Cárcamo Pardo, con quien a veces no le iba también, pues don Bernardo, además de ser un gran basquetbolista, era un fiero guerrero pugilista.

Pero en una ocasión al fondo de la cuadra, cuando los cabos de cuarto estaban viendo, tremenda soca entre el comandito Herrera Carranza y el cabo Yang, que lo tenia como saco de boxeo o muñeco de trapo, algunos se quisieron meter para apoyar a Herrera Carranza; pero Garrido Morales, que estaba de encargado, no dejo que nadie lo hiciera. Algunos ya sabían, que el comandito estaba destinado a recibir semejante pijiada.

En fin, todo aquel cadete recluta que se iba de la escuela militar de baja, cuando las fuerzas le flaqueaban o la novia lo presionaba y, optaba por retirarse de la misma o, cuando la mamá o el papá lo forzaban a solicitar la baja; salía, dando ese tipo de excusas.

Lo triste e inexplicable, en algunas ocasiones era, que la novia lo dejaba por que el cadete no tenia tiempo para ella, este de maje se iba de baja. Y la novia sorprendida, cuando le veía afuera de la escuela militar, lo cortaba diciéndole:

_es que mira… Voy a cortar con vos… Es que ya no podemos andar…

_pero, yo si quiero, por eso me salí de la escuela, para tener mas tiempo contigo. Le decía el ingenuo cadete que recién había pedido su baja, con la consecuente perdida de sus derechos.

_es que la verdad… Yo quiero andar de novio y, que mi novio sea cadete! De plano, que era increíble como se oían esas historias en el claustro, pero que en verdad eran ciertas, cuando ellos mismos, llegaban a visitar a sus compañeros de promoción y estos le preguntaban por su novia.

Diferente era cuando, a cualquier cadete le pasaba alguna desgracia y tenia que irse por baja medica.

En esa situación, el cadete tenia la oportunidad de regresar al siguiente año, cuando estuviera recuperado o cuando quisiera y no hubiera excedido en el limite de edad permitido.

Otros caso, eran cuando tenían que ser despachados y no tenían derecho a reingreso en los años venideros, siendo reprobado en:

Uno: por servicio practico, cuando algún cadete no daba el ancho en el adiestramiento físico militar o no había superado alguna deficiencia física en el semestre.

Dos: por Espíritu militar, cuando algún cadete no mostraba la aptitud para el servicio militar, le faltaba ese espíritu vital para afrontar con éxito la vida militar.

Tres: por mala conducta, cuando algún cadete no modificaba su comportamiento y reñía con las normas de la escuela militar y dentro de la vida militar o, se pasaba de marquero.

Cuatro: por deficiencia académica, cuando no lograba obtener la nota ni el promedio semestral mínimo para poder permanecer en la escuela militar, era como se decía en el léxico militar, topado.

Habían otras formas de irse de baja, pero estas eran las  comunes.

La vida cotidiana en la madre escuela, era como normalmente se pasaba en un internado cualquiera. Días buenos y otros demasiados buenos, todo dependía de la actitud como se enfrentaban.

La diferencia que siendo una institución de formación militar, se ceñía a reglas bien determinadas y definidas; normas súper estrictas, procedimientos y protocolos de carácter militar.

Formación de origen franco prusiano, donde el fondo y la forma eran básicos e indispensables, vitales para la formación del carácter y personalidad en todo aquel que caballero cadete que tenia que pensar, que lucir el uniforme del soldado nacional, era mas que un honor y orgullo, una responsabilidad para con la patria, que lo vio nacer y para su honor… Como, ciudadano salvadoreño.

Pues como te estaba recordando, ninguno de los cadetes a los que les traían canastadas de buque, podía comérselos en una hora y media de visita.

A veces a tu mente, venían ideas como que los cadetes reclutas, que eran hijos de jefes u oficiales de alta en esa época, habían sido aleccionados, de cómo hacer para guardar en su cómoda el buque que les llevaron.

Y es que en la escuela militar, era terminantemente prohibido mantener en la cómoda, cualquier tipo de alimentos fungibles. Pues el argumento era que se podía proliferar una plaga de cucarachas o de ratas en la cuadra de cadetes.

Pero una vez le escuchaste decir a un cabo mas antiguo:

_la larvada es permitida, toda vez… no te descubran y se den cuenta!

Por cierto… El pobre se fue de baja.

Pero los que le escuchamos, nos dimos por enterado, que era una época de sobrevivencia.

Y hasta una canción de Gloria Gaynor, se puso de moda, en tus tiempos de cadete recluta y, se escuchaba con recurrencia en la cuadra de cadetes y a todo volumen.

También la escuchaste, en alguna que otra fiesta a la que fuiste, y es que ese grito de sobreviviré, el “I will survive[1], verdaderamente te motivaba y aun lo recuerdas con emoción.

Esa canción quiérase o no, vino a dar sentido a muchos cadetes durante su condición de alumno de la escuela militar, pues los reclutas sabían, que sobrevivir, era una prioridad para lograr pasar el tiempo para llegar a ser oficial del Ejercito de El Salvador, subteniente de la Fuerza Armada.

Por eso, había que saber como esconder el buque en la cómoda, para tener que comer en las noches de amargura.

Pero muchas veces, se escuchaba algunos comandantes de escuadra, cadetes de cuarto año, que le decía a su asistente (que era un recluta cadete):

_vea recluta, esto me lo guarda aquí… vio?

Y el cabo, metía una su media libra de queso duro viejo, en los calcetas verdes rotas que tenia, zampándolas, lo más adentro posible de las botas más viejas y deterioradas que tenia en la cómoda, las cuales ocupaba para las marchas o los días de maniobras militares. Que siempre debían estar limpias y lustradas

Por eso se paso la bola.

Y, los cadetes reclutas hacían peripecias para guardar el buque en su cómoda, algunos eran bien diestros para hacerlo.

Los detrás de la cómoda tenían su escondite, otros que levantaban la cómoda para aprovechar el espacio del suelo a la base de la misma; los que tenían su buque, en el salón de clases…

Cada cadete con su propia ocurrencia, guardaban semitas, quesadillas, jugos de frutas, pan dulce, galletas, café soluble instantáneo, pedazos de pizzas y, todo aquel alimento, que no despidiera ningún tipo de olor o que pudiera arruinarse al estar escondido en la misma.

Y si eran asistentes de los comandantes de escuadra, pues aprovechándose de su condición, hacían uso de la cómoda de su cabo, para disponer ante cualquier necesidad de sus reservas de buque.

Otros cadetes que habían sido claros con sus novias y, que ellas, estaban decididas atraparlos a lo más salir de la escuela, les llevaban buque casi todos los días.

Ellas sabían a que horas hacerlo, al igual que algunas madres de cadetes reclutas que estaban pendientes de sus hijos, para que en las horas de descanso pudieran disfrutarlos y en más de alguna ocasión, compartirlos..., por supuesto que… voluntariamente, con sus cabos.

Los cadetes que tenían más capacidad instalada, le daban su propina, a los ordenanzas del comedor de la compañía, pudiendo degustar de los manjares que se podían adquirir en las tiendas del “Chorizo”, comer tortillas a la hora del almuerzo o en la cena, u obtener los famosos litros de Coca Cola, muy apreciados tanto por los cadetes reclutas como por los cabos de cuarto año.

En fin esas ocurrencias, que tenían los cadetes reclutas para guardar el buque, hacían que la vida en la madre escuela militar, tuviera más sentido, más de alguna expectación…

Y no fuera extremadamente rutinaria.

Más en esas ocasiones especiales, cuando de repente del salón de clases, los cadetes eran desfilados hacia la cuadra, cuando algún jefe de la escuela militar, sea el jefe de estudios o el subdirector, en su agenda personal habían planificado, una revista de dormitorio, catres y cómodas, para ese día.

Lo que se convertía para algunos cadetes, los clases y oficiales de planta en una revista sorpresa no planificada.

Pues, de lo contrario cuando les decían, dejen las puertas de las cómodas  abiertas; se intuía que habría revista. Pero los cadetes disponían del tiempo suficiente para guardar el buque en otro lugar, sano y salvo.

Y es que la vida militar es dura y azarosa pero al final, aquel que la logra comprender tiene su recompensa.    

[1]  https://www.youtube.com/watch?v=Tth-8wA3PdY

miércoles, 20 de agosto de 2014

XXXI. Una noche con hambre.


 “Una noche con hambre…”

Todas las noches después de la formación de retreta, desfilaban a la hora de estudio obligatorio a la compañía de cadetes hacia los salones de clases ubicados frente del parque de pelota. En ese entonces era obligación, que todos los cadetes estudiaran hasta las 2200 horas; hasta esa hora, pasaba por primera vez, el cadete ronda a traer a los cadetes, que habían finalizado el estudio o que decidieron ir a pernoctar.

Faltando unos minutos para que fueran las 2300 horas, pasaba nuevamente el cadete ronda, por todos aquellos que aun se encontraban repasando lo visto durante las clases del día, estudiando voluntariamente,  eran como dos o tres cadetes reclutas, los que siempre al igual que vos, se quedaban en los salones de clases.

Durante esas horas de estudio, tenias un hambre terrible, tremenda. Nadie de los cadetes de la sección tenia alguna golosina en el escritorio. Y vos andabas de diente y tenias un gran filo, nadie tenia ni siquiera una galleta salada en el curso.

Es que ese día te habías quedado con hambre, pues en tu mesa las porciones no fueron muy equitativas y los platos de servir habían llegado de ultimo a tus manos, bien raquíticos en su contenido. Eso, a pesar que el cabo de cuarto año, anduvo desganado en la cena, el de tercero, el de segundo y el resto de reclutas de primer año, como siempre, se servían más de la ración normal.

Chaconcito esa noche, no te pudo cumplir con el encargo, las cocadas, se le habían acabado rápido y no tenias nada de buque en la cómoda.

Al recibir la orden del cabo ronda, recogieron sus cosas, arreglaron su escritorio, limpiaron la pizarra, arreglaron el curso, apagaron la luz y se fueron hacia el recinto. Fueron desfilados por todo el campo de instrucción, sin marchar más bien a paso de camino; pasaron dando parte por la comandancia de guardia y marcharon en silencio hacia la cuadra, el dormitorio de cadetes.

Increíblemente esa noche fue maravillosa, el ronda con una tranquilidad asombrosa, nada de saltos de rana, ni de paracaidista, ni caminar en sapito, ni eso.

Lo que te valió, que ya dentro del recinto, en ese trayecto, venias divisando alguna naranja verde que fuera comestible de los árboles del interior y que rondan el patio interno de las instalaciones.

Lastimosamente ni eso podía menguar la hambruna que sentías, ninguno de los cítricos se veía apetecible, ninguna daba visos que estuviera medio madura. Aunque en otras ocasiones, aun sin estar a punto, con un poco de sal, así de acidas, mermaban el hambre que podía tener cualquier cadete a esas horas de la noche. Es que el hambre en la escuela a esas horas de la noche es perra.

Llegaron a la entrada principal y, el ronda con voz baja, les ordeno que pasaran al reposo, cada uno a su respectivo catre. Teniendo el cuidado de no hacer ruidos, hablar o alterar el inmenso silencio que se sentía en el dormitorio de cadetes.

Todos los cadetes se dirigieron a sus respectivos catres, obedeciendo al pie de la letra la orden recibida.

Vos no fuiste la excepción, estabas cerca de tu lugar, al sur de la cuadra cerca de las ventanas que daban al chorizo y a seis ladrillos de la entrada a las duchas.

En silencio llegaste a tu catre, te sentaste a pensar en el banco de madera, luego fuiste a tu cómoda a hurgar algo que comer, lastimosamente no encontraste absolutamente nada.

De presto se te vino a la cabeza, ir al comedor de cadetes a buscar si había quedado algún pan, para comértelo aunque sea con miel de abeja.

Dudaste por unos segundos, por la idea que se te había venido a tu cabeza y… en segundos tomaste la decisión de hacerlo, diciéndote:

_vamos a incursionar en el comedor de cadetes.

Saliste de la cuadra por la entrada de las duchas, al llegar a la segunda entrada de los baños al corredor, te cercioraste que nadie viniera por el mismo; así también, que nadie te viera en tu ruta para llegar al comedor.

Todo estaba libre, no se miraba el ronda ni el imaginaria se dio cuenta; nadie estaba observando ni caminando por el corredor. Pasaste de inmediato a los lavabos, en la entrada te detuviste e hiciste el mismo procedimiento. Cuando te aseguraste, de que nadie estaba en el corredor, corriste en puntas hacia la entrada de los servicios sanitarios y volviste a congelar el movimiento, repetiste el procedimiento y corriste hacia la entrada del comedor de cadetes.

Para tu buena suerte, las puestas no estaban con seguro y pudiste abrirlas y entrar sin problemas.

Al estar dentro del comedor, te agachaste y dispusiste verificar si se encontraba algún pan en las mesas. Buscaste de mesa en mesa pero ningún pan duro encontraste. De igual manera, en las cajas de condimentos, pero no había nada de nada que fuera comestible y pudiera saciar el hambre que tenias.

En las cajas de condimentos de cada mesa, los cabos cadetes jefe de mesa colocaban lo que los cadetes voluntariamente u obligados llevaban, en estas se encontraban pepinesas, mayonesa, salsa Perrins (inglesa), mostaza, botellas de miel de abeja, pero algunos cabos las mantenían con candado, dependiendo lo que en la misma guardaban.  

No habiendo más que hacer, te fuiste en sapo hacia la cocina de la escuela, la puerta estaba cerrada, pero la ventana del costado no tenia pasador, pudiendo abrir desde adentro dicha puerta. Lo que te facilito entrar y buscar en la cocina, pero no en sapo, ya parado, pues era un local cerrado, en donde la silueta no se reflejaba en las ventanas, te desplazabas con normalidad pero con mucho sigilo.

En la cocina no habían dejado nada, ni rastros de comida ni siquiera los frijoles del día siguiente estaban preparados, la bodega estaba cerrada con chapa asegurada, todas las cacerolas, peroles, platos estaban limpios. 

Entonces, viste y tocaste la perilla de la puerta, que daba a la cocina de los oficiales y para tu sorpresa estaban cuatro platos de comida tapados, con los nombres de los tenientes a quienes pertenecían, Teniente Munguía, teniente Luna Nejapa entre otros.

Estos eran quienes generalmente salían del recinto por algunas horas y, a su regreso ya entrada la noche, iban al comedor de oficiales a comerse su cena.

No quiero recordarte el rancho o, la cena del teniente de comiste, con el tiempo eso se sabrá; solo te pusiste en sapito te devoraste la carne asada, aguacate, casamiento, queso, rodajas de plátanos, etc., que estaba en ese plato. Con tan suculento rancho que tenia manjares, servido para conquistar la vista de cualquiera, lograste quitarte la perra hambre hasta triste quedaste de la gran hartada que te pegaste.

Después de comer, de satisfacer tu paladar; dejaste los otros tres platos intactos; pasaste al comedor de oficiales, lugar muy bien ambientado, limpio y bien bonito, parecía un pequeño restaurante, con mesas, manteles y sus centros bien elegantes, comedores de madera, te dirigiste a ver que había en la refrigeradora. Y te dijiste:

_vamos a ver que hay en ella.

Abriste la refri y encontraste en el freezer, sorbete de vainilla del Pops; el cual no era tu favorito, pero aprovechaste la oportunidad de saborear unas dos o tres buenas cucharadas.

Una vez te encontrabas, más que satisfecho y, habías comido lo suficiente para acostarte con una deslumbrante alegría. Te dijiste:

_ya estuve suficiente tiempo aquí, hoy es cuando vamos eyectarnos de la cocina.

Dejaste todo como lo habías encontrado, tanto en la cocina como en el comedor de oficiales, hasta el plato del cual te comiste los manjares, lo dejaste igual pero sin comida. Sabias que tenias que finalizar la infiltración como la habías iniciado.

Pasaste luego a la cocina de cadetes y luego, ya en el comedor de la compañía, volviste adoptar la posición más cómoda del cadete y, sigilosamente en sapo sin hacer ninguna bulla, otras veces en pato, pato loco, llegaste a la puerta que daba al corredor del recinto.

Te pusiste de pie, como que estabas haciendo que querías entrar, pero al darte la vuelta, en el instante que cerrabas la puerta e ibas a dar el primer paso, de los lavabos salen los cadetes que andaban de ronda.

_alto cadete, usted de donde viene? firmeeeeee!

Gracias a Dios, no te frezaste ni te congelaste, tu cerebro corrió a miles de milésimas de tiempo para pensar, cuando identifico al cabo de tercer año Guzmán Parada, conocido como el “truck” y, a su acompañante el cabo de segundo año Bou Burgos. Diciéndoles vos:

_mi cabo, vieran que platos que hay… allá adentro… con grandes pedazos de carne asada, aguacate, queso, frijoles, tortillas, arroz, pan francés…

_nombre recluta? Adonde esta eso? me pregunto mi cabo Bou Burgos, con ansiedad y evidentemente con hambre. Vos, viéndoles ha ambos una cara llena de alegría, les respondiste:

-en el comedor de oficiales, mi cabo…

_ahí están los platos, tapados…

_y mire mi cabo, en la refrigeradora, hasta sorbete hay!  Les asegure a los dos, como todo un experto en infiltraciones nocturnas al comedor.

El Truck algo ceremonioso me respondió:

_bueno, bueno… mire recluta, usted se va acostar ya y no haga bulla!

_se va por ahí…  métase ahí… (señalándome las duchas)

_y, a nadie le vaya decir nada.

Te fuiste corriendo en puntillas, llegaste al catre te uniformaste de deporte, no te pusiste la piyama, pero rapidito te acostaste.

 Vos no sabes, si el Truck y Bou, fueron o no fueron a comer después de que te fuiste a dormir. Pero te imaginaste, que después de entregar la segunda ronda  y antes de acostarse, hicieron su infiltración y se echaron su comidita.

A las dos semanas, llego a la cuadra de cadetes como a las 2345 horas, el teniente Luna Nejapa y, en el gran silencio solo se escucho:

_cadetes… cadetes… me volvieron a dejar sin rancho…

_se que nadie me dirá quien fue…

_pero voy a contar hasta diez, para que tener un jugo de frutas.

Mágicamente apareció el cadete que le llevo el jugo que pidió. Pero no llego hasta ahí, el teniente Luna Nejapa volvió a decir:

_bueno… tengo ganas de comer quesadilla, cuento para tenerla…

Y nuevamente, por arte de magia la bendita quesadilla apareció.

Y quizás por eso, es que decían que la cuadra estaba encantada y, a veces, el fantasma de la misma hacia sus actos de magia. 
    




lunes, 18 de agosto de 2014

XXX. Los sábados de limpieza.


 “Los sábados de limpieza…”

La semana había finalizado y los sábados no había despertada violenta ni la serenata cotidiana de la banda de guerra.

Nada de bombos, tambores ni trompetas!

La compañía de cadetes, amanecía con un remanso de tranquilidad, claro y por supuesto, que el amanecer de algunos sábados era impredecible, pero dependiendo quienes eran los oficiales que estaban de servicio, pues cada uno, tenia su peculiaridad.

Los viernes generalmente, la compañía de cadetes se acostaba tarde, sean por las desvestidas violentas, las noches artilleras o comando o, si al jefe de servicio o al capitán de cuartel, se le antojo ver un par de Películas picarescas. El las miraba con atención, pero la mayoría de los cadetes, se apoltronaba de la mejor forma, en los sillones rojos del auditorium a reventarse tremenda durmía, que hasta los ligones de baba se le salían de la boca, por tan placentera y cómoda posición.

Y es que para el cadete, el tiempo se ganaba durmiendo o gozando de un buen buque, comiendo. Esa es una verdadera pandemia en la escuela.

Aunque de vez en cuando, los cadetes tenían las famosas horas alegres de los viernes; en donde los cadetes, le hacían de artistas nacionales, invitaban a verdaderos artistas o caían mal para siempre con sus malogradas actuaciones.

En una ocasión, invitaron a un renombrado artista nacional, que decían que tocaba el órgano como un ángel; quien, detrás del escenario y antes de que iniciara la función estaba en plena meditación, entrado en una nebulosa que cuando, el humo salía del camerino, emanaba tremendo olor a sácate quemado; así de plano, se sentía.

Algunos cadetes ingenuos, decían habría que hablarle al “zarandajo” o al sargento Henríquez para que llegara a verificar que era lo que se estaba quemando otros, expertos en la vida hippie nacional, con un poco más juicio o experiencia solo decían:

_deja al maestro tranquilo, que se esta tostando!

Pero el sábado, por lo general era un día completamente administrativo.

Un día administrativo, que tenia diferentes formas de llevarse a cabo, a pesar de que hubiera sido planificado con mucha anticipación de una manera diferente, nunca era el mismo horario o programación siempre.

Pero generalmente, después de la levantada y aseo personal, iban al comedor para el respectivo rancho (desayuno), luego tenían un tiempo libre para necesidades personales, lavarse los dientes y el uso o empleo con riesgo de los servicios sanitarios.

Los cabos comandantes de escuadra, ordenaban que cada cadete preparara su respectiva bolsa de la ropa sucia, misma que se entregaba al lavandero en la lavandería.

En una de esas, fue que el chino Ramírez Lazo, te sintió y te conoció de verdad, cuando por andar de marquero en la lavandería, uno de los cabos de cuarto año, le ordeno que fuera a tocar el portón sur de la escuela militar, pero llevándote a vos en los hombros al estilo gigante.

El pobre chino se quejaba del dolor de rabadilla y de plano que le temblaban las rodillas. Y no era para menos, pues nadie quería cargarte en el lomo, era más de una carga de maíz, más de nueve arrobas de frijol.

Ya entrada la mañana, en algunos sábados se destinaba un espacio de tiempo a partir de las 1000 horas para que cada quien se preparara físicamente.

Un tiempo en el que cada cadete, buscaba fortalecer físicamente sus deficiencias en el trote, la barra, los aparatos, la marchina, la pagoda, los obstáculos, en fin cada uno identificaba su propia deficiencia.

Aquellos cadetes, que tenían problemas con la natación, en especial con el ahogue, si que estaban jodidos; pues en las instalaciones, no había piscina y las practicas, se llevaban a cabo en la piscina del circulo militar, la del estadio Flor Blanca o la de Polvorines.

En realidad los cadetes la pasaban bien, esos día sábado y más cuando se preparaba una “sabatina”.

Solo aquellos marqueros, los que realmente se pasaban de andar de “animalitas u ordinarios” con los cabos cadetes de los años superiores, siempre estaban en ascuas.

Eran adictos a cometer marcas, gozaban con marquear.

Como antes de lo dije y, si tienes buena memoria; la cosa grave de los días sábados, era en aquellas semanas, que el agua era escasa en la escuela militar.

Pues los oficiales de servicio, a la hora de aseo personal y especialmente en las duchas, reducían el tiempo para que los cadetes se bañaran. 

Desde que los cadetes tenían conocimiento, de que el agua iba ser racionada; entones, debían cambiar todo su metabolismo. Eso debido a que en los servicios sanitarios no caía el agua en los tanques.

Entonces los que tenían suerte, eran los primeros que encontraban los inodoros y las tazas limpias, sin residuos de excremento.

Por eso algunos cadetes, no hacían sus necesidades cuando encontraban sucios los servicios, aguantándose los días que fuera necesario. Pero el problema era que a veces conectaban el agua del tanque por unos minutos o unas horas nada más; entonces debían aprovechar.

Los servicios sanitarios estaban identificados, por escuadras y secciones; ningún cadete, podía usar los destinados a los cabos de cuarto año ni mucho menos, los de otra escuadra sean de segundo o tercer año.

Pero como siempre, más de algún cadete anímala, iba al que encontraba limpio, sin importarle a quien estuviera asignado o el listado que hubiera en la puerta.

Otros cadetes, trataban de contener la respiración en el lapso de tiempo que duraba la cámara; y ha pesar de estar sucio, pues colocaban hojas de papel higiénico, de tal manera de tapar sin ver los residuos, con el fin de evitar una salpicadura; en el momento de estar en esa actividad, tan natural de cualquier hombre.

Verdaderamente, esos días que pasaste en la escuela, con esa deficiencia de agua que mantenía los servicios sanitarios insalubres, eran desastrosos, horrorosos y apestosos.

Pero más, cuando en ese día sábado, los servicios estaban completamente sucios teniendo uno o tres días de no caerles agua, con esos olores insoportables, combinados por la orina y las heces.

Teniendo el oficial de servicio la potestad de señalar y ordenar, quienes serian los cadetes reclutas, agraciados, que se encargarían de la limpieza y aseo de los servicios sanitarios.

Como antes te dije, siempre fueron aquellos cadetes que singularmente caían mal, los que durante la semana le habían marqueado al cabo oficial de servicio o, los que la suerte no los favoreció en ese momento.

Y es que en la escuela militar, a pesar de contar con ordenanzas; estos no alcanzaban, con las actividades administrativas de la escuela, teniendo los cadetes que laborar en actividades de chapoda, limpia, corte de la grama, limpiar ventanas, barrer, trapear, quitar tela de arañas entre otras.

Algunos cadetes reclutas tenían sus implementos, otros sabían donde los guardaban los ordenanzas, otros los hacían con palos y con la ayuda de la tan multifacética bolsa de la ropa sucia.

Eso si, todos los cadetes andaban de deporte, pues a las 1600 horas, vendría la hora de deporte luego y, a las 1800 salían los cadetes licencieros. Los otros, se quedaban y después del rancho (cena) a eso de las 1900 horas formaban para la retreta y después se desfilaban al auditorium, para la hora jalada de durmía que se avecinaba nuevamente.

Es que a los reclutas los llevaban al auditorium para ver la película que estuviera de moda en esos días.

Después de la película, dependiendo de quien era el jefe de servicio, venia la bueno… las famosas “desvestidas violentas”, pero eso, te lo recordare en otra oportunidad.

En eso días sábados, fue donde te quedo marcado para siempre “que para saber mandar, hay que saber obedecer”, pues siendo obediente, nadie tiene problemas en ningún lado y cumpliendo las ordenes, mucho menos.

Y es ahí que aprendiste, como deben mantenerse aseadas, limpias e higiénicas cualquier instalación militar.

Y lo mejor es que aprendiste haciendo esas labores.    

Con el tiempo, los problemas de agua se superaron y con ellos, el martirio de ir a esos  sanitarios malolientes.